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Quiero contarte una historia; y quiero que seas parte de mi historia

jueves, 17 de septiembre de 2009

Había recorrido un largo camino desde su casa en Calatayud, pero quería venir a esta hermosa ciudad a contar unas de sus historias, había escuchado mucho sobre esta ciudad, sobre su gente, pero sin duda lo que más quería conocer era el bosque, sobre el cual alguna que otra vez escucho historias.
Se decía, que hace muchísimo tiempo, cuando el bosque era muy joven, en otoño cuando todos los hermosos árboles cambiaban sus colores verdes por bellas tonalidades de dorados y cálidos tonos de rojos y naranjas, las mujeres de los pueblos vecinos venían a jugar con la hojas caídas como una hermosa tradición, y yo les contaré porque...



Recoger las hojas llovidas por el otoño y lanzarlas sobre las cabezas era declaración de fiesta, era celebración, de una estación que da paso a otra, de tiempo que no se detiene, de la vida que en cada capítulo, debe vivirse al máximo y disfrutarse igual.
Alguna vez un espíritu del bosque lo había hecho para romper sus ataduras para dejarse llevar por la vida, para crecer, esta ninfa, era bella y era niña, era un espíritu del bosque, siempre jugaba y protegía a los árboles, los ayudaba a crecer, los veía dar flores, frutos, tener nidos, musgo, y los protegía; protegía todo lo que dentro del bosque vivía, celebraba cada nacimiento; a cada criatura y honraba su muerte cuando debía ocurrir, mas ella no entendía cual era la razón de que ella siempre debía existir, porque no crecía , no dejaba de ser niña, es cierto dirán algunos, tener vida sin límite y la juventud eterna debe ser una buena experiencia GENIAL!!!, habrá quien proclame, pero no; todo paso del tiempo tiene su razón de ser, cada edad tiene su gloria, y cada días es necesario, para la belleza del anochecer.
Ela –se llamaba la ninfa—disfrutaba viendo cada estación recorrer al año, disfrutaba ver como cada semilla que nacía llegaba un día a ser planta, o como cada animal se convertía en padre un día, para ella era hermoso, y tal vez lo añoraba más porque era algo que no tenía,
Un día cuando Ela recorría el bosque, buscando que todo estuviera en su lugar, ayudando a retoñar árboles, o ayudando a aves para realizar sus nidos, un fuego se apodero del bosque, todo el bosque empezó a quemarse, las llamas eran incontenibles y se llevaban toda la vida que había delante de él, los animales huían pero no era suficiente, las plantas los árboles, la vida misma que tenía la tierra, toda se la llevaba el fuego, estaba acabando con el bosque y por más que se intentará no se estaba pudiendo controlar; Ela estaba tan angustiada de ver que todo se perdía que corrió al mismo centro del fuego y le dijo—¿Dime qué puedo hacer para que te apagues, por favor deja estas vidas libres?—El fuego le dijo- déjame vivir dentro de ti y dejaré el bosque—Ela no entendía lo que esto significaba, pero en aquel momento, en lo único que pensaba era en salvar el bosque—
Se dejó caer de rodillas en el suelo y el fuego con toda su fuerza entró en el corazón de Ela—El bosque empezó a recuperarse poco a poco y Ela permaneció dormida en un sueño profundo muchos años, cuando Ela despertó yacía a la orilla del lago, vio el bosque bello y verde, como antes de que el fuego acabara con él, se inclino para beber agua del lago y miró su reflejo; no entendía lo que sus ojos miraban, no podía reconocer la imagen del lago era una mujer, una mujer no una niña, Ela se levantó y fue a buscar al viejo Roble, un árbol muy antiguo y sabio que vive en el centro del bosque.
-Que ha pasado dime; como es que no soy una niña más.
El roble sonrió a Ela y le dijo; salvaste el bosque, y a cambio de sacrificarte por nosotros recibiste un regalo que no esperabas, el fuego que vive en ti; te hace ser como son las personas, eres vulnerable, tu vida se contara en sus tiempo, y tu cuerpo tendrá semillas y frutos como los suyos, y algún día terminará.
Ela sonrió, quieres decir que seré madre, que un día seré vieja y mi cabello caerá platino, como hojas en otoño—jajaa- reía a carcajadas tomaba las hojas de los árboles y las lanzaba al viento, festejando, celebrando que su vida no sería más la de un espíritu errante, sin raíz, si no que sería como la de los humanos, con fuego en el corazón y alma para vivir.
Abandonó el bosque, buscó una ciudad para vivir ahora entre los suyos y nuca olvidó todo lo que aprendió, si no que trató que otros aprendieran también la lección, así que Ela, empezó a llevar a las mujeres en el cambio de estación al bosque a revolver las hojas para celebrar, la vida, la continuidad y la esperanza que trae cada nuevo día de otro amanecer.

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