Que alegría cuanta gente linda; viene a escuchar mis historias,
Y aquella dama a lo lejos (Deseo que su espera sea próspera y bendecida),
Pequeños; que bella vuestra madre; seguro su abuelita fué una gran mujer, y ustedes tendrán una historia de mí como regalo..
Marco había despertado aquella mañana con muchos deseos de ir a pescar, necesitaba aclarar su mente, sus pensamientos, debía tomar una decisión importante y para el lo mejor eran horas a solas con él mismo bajo un árbol con un libro o una caña de pescar a orillas del lago.
Caminó hasta el lago con sus viejos zapatos al hombro, el camino fue despacio mientras iba hasta allí miró la gracia con la que las nubes tornaban formas maravillosas, miraba allá un caballo galopando, allá unas flores, o sé decía—es aquel el rostro de una hermosa dama, sus pies descalzos absorbían la energía de la madre tierra, sentir las cosquillas que le hacían era parte de su ritual de limpieza.
Aquellos días él se había sentido completamente a un lado, había visto como sus padres volcaban su cariño en su hermano Simón; aquello le era molesto.
Se sentó en una sombra y lanzó su cuerda, al lago, estuvo horas y horas sintiendo el viento en el pelo; sintiéndose despeinado por el calor de la tarde, arrullado por la música de los árboles, algunas veces distraídamente, se fijaba a ver si algo había picado pero la realidad es que nada, y tampoco le preocupaba realmente.
Su mente comenzó alejarse y recordó, como una mañana su madre lo abrazo fuertemente contra ella lo beso en la frente y le dijo, sabes Marco, mi sueño se ha cumplido nunca más estarás sólo, la primavera te traerá un hermanito—Será por aquellas palabras de su madre que Marco odiaba la primavera--. Desde aquel entonces su vida cambió totalmente, la casa se dedicó a esperar a Simón , y él ya no recibía tanta atención como antes, además cuando Simón nació fue lo mismo, el ser pequeño siempre le daba un privilegio que el nunca tendría por que era el más grande, siendo pequeño Simón comenzó a padecer de una enfermedad extraña que le atacaba cada cierto tiempo y cuando las fiebres empezaba a venir, sus padres se olvidaban de todo lo demás y se dedicaban sólo al pequeño. Esto era lo que ocurría ahora y si Marco, necesitaba algo debía esperar, por que su tiempo era más amplio y debía esperar.
La fiebre últimamente no dejaba a Simón mucho tiempo sólo, y cada vez era menos la atención que Marco lograba obtener de sus padres, él no quería, muchas veces se puso a reflexionar y comprendía que su comportamiento no tenía que ser egoísta con su hermano, pero siempre tenía aquel movimiento de emociones en su corazón y no podía evitarlo, por eso últimamente el prefería huir y buscar un mundo para sí.
El calor de la tarde lo hizo quedarse dormido, y soñar...
Marco iba navegando en un barco entre las nubes, llegaba a una isla entre los sueños; allí una niña pequeña, cuando atracó le dijo, Marco- ven , mira llegaste al lugar que siempre soñaste, soy Liz, y esta es la isla de quienes queremos estar solos.
Marco miró a su alrededor y vio un lugar hermoso lleno de paz sin ruido de hermanos y con gente brindando todo tipo de atención, le pareció el lugar ideal para estar- comenzó a caminar y a observar todo el ambiente, había jóvenes leyendo solitarios bajo árboles de manzano, algunos comían postres enteros sin tener que compartirlos con nadie, había allí habitaciones desordenadas y otras muy ordenadas;
seguramente era gusto del dueño.
Caminaba cada vez más y más; adentrándose en aquel lugar mágico, del que no quería regresar nunca; y trato de hablar con una niña que jugaba con sus muñecas.
Hola me llamo Marco—le dijo con un alinda sonrisa—pero no obtuvo respuesta, la pequeña siguió jugando como si no hubiera escuchado nada, trato de hablar con otros y siempre obtuvo la misma respuesta; buscó pues a Liz para preguntarle que pasaba, ella se encontraba en u cuarto tendida en una cama con un lápiz dibujando, dibujaba un hermoso cuadro lleno de colores con arco iris, con árboles, pero solo tenia una figura seguramente la pequeña Liz, con muchos juguetes y la pequeña Liz; miró aquella habitación llena de dibujos, en las paredes y notó algo que antes no había notado, los dibujos eran sólo sobre ella, miró a los demás y las demás habitaciones y todo se centraba en ellos, no había nada para nadir más ni siquiera tiempo, o una mirada, o una charla; Marco- miró a su alrededor y lo hizo dentro de él; esto era lo que él quería, era esta paz, lo que necesitaba.
Miró en el barco en el que venía como se alejaba entre las nubes y corrió, tan rápido como le dieron sus fuerza para regresar pero no lo alcanzó, quedó allí en la orilla viendo como se alejaba, se sentó en el suelo a llorar pues no quería permanecer más tiempo allí, puso sus manos en la cabeza y se tapó.
Marco, Marco, despierta, era la voz de su hermano Simón, mira que no has pescado nada y te has quedado dormido- JAJAJA
, mamá te llama para cenar.
Vio a su hermano pequeño, su latosa risa, y le pareció el sonido más encantador que nunca hubiera oído. De tiro del cabello y dijo, así –corre, corre, chiquillo, por que si llego primero no te dejare nada de postre.
Echó a correr, dejando a que su hermano le adelantara, para vigilar sus pasos; como siempre debía hacerlo, como ahora su corazón le decía que quería hacerlo.

Pequeños; que bella vuestra madre; seguro su abuelita fué una gran mujer, y ustedes tendrán una historia de mí como regalo..
Marco había despertado aquella mañana con muchos deseos de ir a pescar, necesitaba aclarar su mente, sus pensamientos, debía tomar una decisión importante y para el lo mejor eran horas a solas con él mismo bajo un árbol con un libro o una caña de pescar a orillas del lago.
Caminó hasta el lago con sus viejos zapatos al hombro, el camino fue despacio mientras iba hasta allí miró la gracia con la que las nubes tornaban formas maravillosas, miraba allá un caballo galopando, allá unas flores, o sé decía—es aquel el rostro de una hermosa dama, sus pies descalzos absorbían la energía de la madre tierra, sentir las cosquillas que le hacían era parte de su ritual de limpieza.
Aquellos días él se había sentido completamente a un lado, había visto como sus padres volcaban su cariño en su hermano Simón; aquello le era molesto.
Se sentó en una sombra y lanzó su cuerda, al lago, estuvo horas y horas sintiendo el viento en el pelo; sintiéndose despeinado por el calor de la tarde, arrullado por la música de los árboles, algunas veces distraídamente, se fijaba a ver si algo había picado pero la realidad es que nada, y tampoco le preocupaba realmente.
Su mente comenzó alejarse y recordó, como una mañana su madre lo abrazo fuertemente contra ella lo beso en la frente y le dijo, sabes Marco, mi sueño se ha cumplido nunca más estarás sólo, la primavera te traerá un hermanito—Será por aquellas palabras de su madre que Marco odiaba la primavera--. Desde aquel entonces su vida cambió totalmente, la casa se dedicó a esperar a Simón , y él ya no recibía tanta atención como antes, además cuando Simón nació fue lo mismo, el ser pequeño siempre le daba un privilegio que el nunca tendría por que era el más grande, siendo pequeño Simón comenzó a padecer de una enfermedad extraña que le atacaba cada cierto tiempo y cuando las fiebres empezaba a venir, sus padres se olvidaban de todo lo demás y se dedicaban sólo al pequeño. Esto era lo que ocurría ahora y si Marco, necesitaba algo debía esperar, por que su tiempo era más amplio y debía esperar.
La fiebre últimamente no dejaba a Simón mucho tiempo sólo, y cada vez era menos la atención que Marco lograba obtener de sus padres, él no quería, muchas veces se puso a reflexionar y comprendía que su comportamiento no tenía que ser egoísta con su hermano, pero siempre tenía aquel movimiento de emociones en su corazón y no podía evitarlo, por eso últimamente el prefería huir y buscar un mundo para sí.
El calor de la tarde lo hizo quedarse dormido, y soñar...
Marco iba navegando en un barco entre las nubes, llegaba a una isla entre los sueños; allí una niña pequeña, cuando atracó le dijo, Marco- ven , mira llegaste al lugar que siempre soñaste, soy Liz, y esta es la isla de quienes queremos estar solos.
Marco miró a su alrededor y vio un lugar hermoso lleno de paz sin ruido de hermanos y con gente brindando todo tipo de atención, le pareció el lugar ideal para estar- comenzó a caminar y a observar todo el ambiente, había jóvenes leyendo solitarios bajo árboles de manzano, algunos comían postres enteros sin tener que compartirlos con nadie, había allí habitaciones desordenadas y otras muy ordenadas;

Caminaba cada vez más y más; adentrándose en aquel lugar mágico, del que no quería regresar nunca; y trato de hablar con una niña que jugaba con sus muñecas.
Hola me llamo Marco—le dijo con un alinda sonrisa—pero no obtuvo respuesta, la pequeña siguió jugando como si no hubiera escuchado nada, trato de hablar con otros y siempre obtuvo la misma respuesta; buscó pues a Liz para preguntarle que pasaba, ella se encontraba en u cuarto tendida en una cama con un lápiz dibujando, dibujaba un hermoso cuadro lleno de colores con arco iris, con árboles, pero solo tenia una figura seguramente la pequeña Liz, con muchos juguetes y la pequeña Liz; miró aquella habitación llena de dibujos, en las paredes y notó algo que antes no había notado, los dibujos eran sólo sobre ella, miró a los demás y las demás habitaciones y todo se centraba en ellos, no había nada para nadir más ni siquiera tiempo, o una mirada, o una charla; Marco- miró a su alrededor y lo hizo dentro de él; esto era lo que él quería, era esta paz, lo que necesitaba.
Miró en el barco en el que venía como se alejaba entre las nubes y corrió, tan rápido como le dieron sus fuerza para regresar pero no lo alcanzó, quedó allí en la orilla viendo como se alejaba, se sentó en el suelo a llorar pues no quería permanecer más tiempo allí, puso sus manos en la cabeza y se tapó.
Marco, Marco, despierta, era la voz de su hermano Simón, mira que no has pescado nada y te has quedado dormido- JAJAJA

Vio a su hermano pequeño, su latosa risa, y le pareció el sonido más encantador que nunca hubiera oído. De tiro del cabello y dijo, así –corre, corre, chiquillo, por que si llego primero no te dejare nada de postre.
Echó a correr, dejando a que su hermano le adelantara, para vigilar sus pasos; como siempre debía hacerlo, como ahora su corazón le decía que quería hacerlo.
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