Estaba frente al espejo contemplando, en lo que se había convertido, tenía los mismos rasgos, sencillos, la tez morena, esos ojos color aceituna, y su largo cabello castaño hasta los hombros, sin embargo, en el fondo de sus ojos no podía encontrar la ilusión que una vez tuvo; la alegría que sentía por la vida, todo sus deseos y sueños de amor.
Venía preparándose para este momento, educándose, estudiando, en algunas ocasiones la preparaban para estilizarle la figura, en otras para estilizarle el pensamiento.
Su naturaleza era sencillamente rebelde, y domarla fue una labor que nunca se creyó que pudieran alcanzar, ella era como un diamante en bruto, cuando empezó aquel proceso, era una mujer no muy hermosa pero no era fea, tenía cierta gracia que hacía imposible no volver a mirarla si te cruzabas con ella; y hablar con ella, era un reto, porque sus ideas muchas veces no eran tan claras pero era interesante escucharla, poseía una sencillez que la agraciaba, y esto precisamente fue lo que hizo que fuera la elegida para aquel honor.
Honor que muchas sencillamente matarían por tener, pero que ella no quería, mas no tuvo elección simplemente no le preguntaron, fue pedida a su padre, y este no pudo negarse, ella había sido escogida para casarse con aquel noble en algunos meses, y debía ser preparada para ello convertida, de un espíritu libre a una esposa, para complacer, para amar, para obedecer.
Durante su transformación, había aceptado muchas cosas, al principio no entendía como su voluntad era quebrada, y luego ella misma cedió a los deseos de los demás, tenía ahora lavada a cabeza, y creía que aquella mujer en la que la habían convertido, era lo mejor para todos.
Odia mirarse al espejo y no reconocer su espíritu, y no encontrar su sonrisa; no tenía ganas de luchar contra ella misma y eso era lo que realmente la asustaba.
Decidió salir a dar un paseo, aunque ahora no era cómodo salir, la gente la seguía y le llenaban de atenciones que no le gustaban, la falsedad de las personas, y su repentino interés sobre ella era algo a lo que no estaba acostumbrada y algo a lo que no se acostumbraría nunca.
Cuando salió camino lejos del palacio, lejos por la veredas que llevan al río, porque no quería encontrar a nadie, se sentó a la orilla, y sumergió sus pies en el agua fresca, levanto la falta, y se refresco las piernas.
Preciosa le sonrío una mujer, a que debes esa cara triste y larga, no eres acaso la Dama Noemí; la prometida del Conde, deberías estar feliz, mucha quisieran tu posición.
La miro y le dijo; si para que para ser exhibida como un adorno en palacio, para pasear de su brazo y demostrar cuan recatada, preparada y silenciosa soy.
No seas tonta pequeña, lo que ellos te digan que hacer, no tiene porque ser lo que hagas exactamente, cambiar algunas cosas y ser un poco diferente, no creo que vaya lejos de lo que ellos tenían planeado, no te escogieron al azar; fuiste elegida por muchas razones, pulida, y preparada, creo que estas negándote tu misma, y nadie te ha pedido hacerlo.
Noemí escucho aquella mujer y estas palabras se fueron con ella, los días siguientes días en se acercaba el conocer a quien sería su esposo, fueron angustiantes y la llenaron de preguntas.
El día llego en que debía ser presentaba al Conde Alexander, fue llevada ente él, hizo una reverencia, y apenas levanto la mirada para mirarlo.
El la tomo de la mano y le dijo, hola, bienvenida a mí, la llevó lejos de las miradas de todos, y le hablo, se que has hecho muchos cambios en tu vida para mí, estoy muy feliz de que sucedieran; a mi lado, debes sentirte libre, para crecer y aprender, puedes confiar en mí y decirme cuanto opinas yo te escuchare, me dejare guiar por ti y tratare de guiarnos.
Ella no sabía que decir, todo este tiempo se había sentido utilizada, transformada, y él, la trataba tan bien, lo miro avergonzada a los ojos y dijo, yo espero que mi aprendizaje sirva para mi pueblo, y que algún día logre ganarme un lugar en tu corazón
A veces tratamos las cosas que suceden frente a nosotros con indiferencia, sin darles el valor de oportunidad que son; buscamos lo malo en cada, cosa, sin aprender que lo bueno está allí, sin querer descubrir que es lo real
Venía preparándose para este momento, educándose, estudiando, en algunas ocasiones la preparaban para estilizarle la figura, en otras para estilizarle el pensamiento.
Su naturaleza era sencillamente rebelde, y domarla fue una labor que nunca se creyó que pudieran alcanzar, ella era como un diamante en bruto, cuando empezó aquel proceso, era una mujer no muy hermosa pero no era fea, tenía cierta gracia que hacía imposible no volver a mirarla si te cruzabas con ella; y hablar con ella, era un reto, porque sus ideas muchas veces no eran tan claras pero era interesante escucharla, poseía una sencillez que la agraciaba, y esto precisamente fue lo que hizo que fuera la elegida para aquel honor.
Honor que muchas sencillamente matarían por tener, pero que ella no quería, mas no tuvo elección simplemente no le preguntaron, fue pedida a su padre, y este no pudo negarse, ella había sido escogida para casarse con aquel noble en algunos meses, y debía ser preparada para ello convertida, de un espíritu libre a una esposa, para complacer, para amar, para obedecer.
Durante su transformación, había aceptado muchas cosas, al principio no entendía como su voluntad era quebrada, y luego ella misma cedió a los deseos de los demás, tenía ahora lavada a cabeza, y creía que aquella mujer en la que la habían convertido, era lo mejor para todos.
Odia mirarse al espejo y no reconocer su espíritu, y no encontrar su sonrisa; no tenía ganas de luchar contra ella misma y eso era lo que realmente la asustaba.
Decidió salir a dar un paseo, aunque ahora no era cómodo salir, la gente la seguía y le llenaban de atenciones que no le gustaban, la falsedad de las personas, y su repentino interés sobre ella era algo a lo que no estaba acostumbrada y algo a lo que no se acostumbraría nunca.
Cuando salió camino lejos del palacio, lejos por la veredas que llevan al río, porque no quería encontrar a nadie, se sentó a la orilla, y sumergió sus pies en el agua fresca, levanto la falta, y se refresco las piernas.
Preciosa le sonrío una mujer, a que debes esa cara triste y larga, no eres acaso la Dama Noemí; la prometida del Conde, deberías estar feliz, mucha quisieran tu posición.
La miro y le dijo; si para que para ser exhibida como un adorno en palacio, para pasear de su brazo y demostrar cuan recatada, preparada y silenciosa soy.
No seas tonta pequeña, lo que ellos te digan que hacer, no tiene porque ser lo que hagas exactamente, cambiar algunas cosas y ser un poco diferente, no creo que vaya lejos de lo que ellos tenían planeado, no te escogieron al azar; fuiste elegida por muchas razones, pulida, y preparada, creo que estas negándote tu misma, y nadie te ha pedido hacerlo.
Noemí escucho aquella mujer y estas palabras se fueron con ella, los días siguientes días en se acercaba el conocer a quien sería su esposo, fueron angustiantes y la llenaron de preguntas.
El día llego en que debía ser presentaba al Conde Alexander, fue llevada ente él, hizo una reverencia, y apenas levanto la mirada para mirarlo.
El la tomo de la mano y le dijo, hola, bienvenida a mí, la llevó lejos de las miradas de todos, y le hablo, se que has hecho muchos cambios en tu vida para mí, estoy muy feliz de que sucedieran; a mi lado, debes sentirte libre, para crecer y aprender, puedes confiar en mí y decirme cuanto opinas yo te escuchare, me dejare guiar por ti y tratare de guiarnos.
Ella no sabía que decir, todo este tiempo se había sentido utilizada, transformada, y él, la trataba tan bien, lo miro avergonzada a los ojos y dijo, yo espero que mi aprendizaje sirva para mi pueblo, y que algún día logre ganarme un lugar en tu corazón
A veces tratamos las cosas que suceden frente a nosotros con indiferencia, sin darles el valor de oportunidad que son; buscamos lo malo en cada, cosa, sin aprender que lo bueno está allí, sin querer descubrir que es lo real
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